Nuestra primera experiencia en un bar swinger

Es jueves, son la diez de la noche: “Tardísimo para salir”, dice mi cuerpo un poco nervioso ante lo que está a punto de suceder. Mi esposo y yo vamos a entrar por primera vez en un bar swinger, como se les llama a esos sitios de intercambio de parejas donde la gente va a cumplir sus fantasías. Un trío, un cuarteto lleno de tetas quizás, o por lo menos un polvo con una cara diferente. Estaba a punto de averiguarlo.

Siempre hemos fantaseado con la idea de intercambiar pareja, por lo menos mi esposo siempre había querido experimentar sensaciones diferentes para avivar la relación y para mí la idea no era del todo tan descabellada.

Ese jueves me había llegado una invitación a mi correo donde decía la dirección y el valor de la entrada, el asunto del correo decía que podíamos ir parejas con ganas de experimentar deseo y lujuria, todo en una misma noche. La curiosidad despertó más ese lado morboso que todos los seres humanos tenemos por naturaleza.

Decía que estaba abierto desde las 8 de la noche, pero nosotros llegamos a eso de las 11 realmente, muertos del susto. No sabíamos qué esperar, casi no encontramos el lugar, ya que estaba ubicado en un barrio normal. Nunca hubiésemos imaginado que una casa con una fachada normal guardara tantos secretos. Tocamos y nos abrieron normalmente, cobrándonos 70 mil pesos por el ingreso.

Teníamos que dejar la ropa y el bolso en un lugar designado para eso, nos dieron una toalla pequeña que nos cubría solo una parte del cuerpo y nos quedamos en ropa interior.

Los bares swingers son espacios reservados para el deseo, pero asistir a un sitio de estos no significa que sí o sí debe existir intercambio de pareja.

No sé cómo sean los otros bares swingers, pero este cuenta con 4 espacios, un lugar que es la piscina, donde no había nadie, y otros tres salones. En uno de ellos había un show de alguien bailando, otro salón estaba destinado solo para ver, nos sentamos en un rincón y había una mujer sola, de cabello negro, de cara bonita pero no tenía buen cuerpo, a decir verdad, un poco gordita; eso sí se le notaba que tenía senos muy grandes. Como estábamos solos los tres, nos miramos y hablamos acerca del por qué habíamos ido y cosas así; fuimos a mirar qué otras parejas habían ido ese día y todos estaban en la sala donde había como un show de una mujer morena bailando. Había como 3 parejas, cada mujer con su hombre, porque hombres solos no pueden ir.

Conforme fue pasando la noche, la confianza con nuestra amiga fue fluyendo, inclusive las miradas provocativas por parte de ella hacia mí eran muy evidentes. El licor también hizo su parte en la situación.

Ella comenzó a tocar mis senos, mi esposo observaba atónito la escena. Yo también la comencé a tocar. Las manos me temblaban, realmente tenía susto, pero me gustaba lo que estaba pasando.

Acercó su boca y desenfundó un beso realmente excitante. ¡Una mujer me estaba besando! Mi esposo no sabía qué hacer. Sacó su pene y se comenzó a masturbar. Nos acercamos los tres y mi esposo la comenzó también a besar. Los tres nos estábamos besando. ¡No lo podía creer!

La tensión del lugar fue aumentando con el pasar del tiempo. Mi esposo, ella y yo completamente desnudos. Él la agarró y sus manos se deslizaron hasta llegar a su vagina. ¡Estaba completamente húmeda! Yo me senté al frente de ellos para observar cómo mi esposo jugaba con su lengua. Ella gemía.

En un momento me invitaron a que hiciera parte de la diversión. Mi esposo le practicaba sexo oral y es experto en esto, yo le chupaba los senos y ella me masturbaba. La escena parecía sacada de una película porno. Ella estaba disfrutando, se le notaba en su cara y tuvo su primer orgasmo. Me dio vuelta y comenzó a besarme, su pene se posó duro entre mis piernas mientras ella era la espectadora de lo que estaba sucediendo en ese momento. Pasaron los minutos y él seguía dentro de mí hasta que explotó. Su semen fue tanto que mucho de él cayó al suelo. Los tres estábamos exhaustos.

Aquella noche comprendí lo que en realidad me había negado hacía mucho tiempo: poder disfrutar sin ningún tabú. Entendí que la sexualidad no es ninguna distracción o alguna actividad de medio tiempo. Que somos morbosos por naturaleza y que mi esposo y yo estaremos prestos a tener de nuevo experiencias placenteras e intensas.

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